Quién es Dios para ti vs. Quién eres tú para Dios
¿Has escuchado ese canto hermoso en la privilegiada voz de Lilly Goodman “Si puedes creer, todo es posible si puedes creer”? Como tú ves a Dios, automáticamente lo vas a reflejar; lo piensas duro, inflexible y castigador, entonces vas a proyectar una personalidad dura, intolerante, criticona, autocrítica severa, sin paciencia… ¡y qué tortura mental!, no puedo imaginarlo. Lo peor de todo es que si así lo concibes y proyectas en tu manera de tratarte a ti mismo, lo vas a vomitar y salpicar donde vayas a quien trates en relaciones cercanas.
No nos damos cuenta de lo nocivo que es vivir en condenación porque se nos hace normal condenar, dado que nos sentimos erróneamente descalificados ante los ojos de Dios porque, a nuestro parecer, somos tan imperfectos, falibles, inmaduros, frágiles, débiles, etcétera.
PERO no debes medirte desde tu humanidad caída, porque para eso el hijo de Dios tomó forma de hombre, murió por ti en una cruz humillado, despreciado y traicionado, para que tu ocupes un lugar en la mesa del padre, un lugar en el reino de justicia, paz y gozo. Dios te ve a ti desde la mirada de Jesús resucitado, victorioso y no víctima, justo y no condenado, sano y no quebrado, pleno y no vacío, fuerte, digno, amado, perfecto. Para Dios eres lo mismo que los ojos de Jesús, porque él es la cabeza y nosotros su cuerpo en la tierra. Lo que el Padre dice de Jesús también es para ti, hijo amado, contentamiento de su corazón, embajador de su reino.