Vuélvete Indiana Jones en busca del tesoro perdido de la gratitud
Todos los días suceden cosas buenas; que no las apreciemos no significa que no estén pasando. Nos enfocamos tanto en nosotros, nuestras frustraciones e insatisfacciones, que el egoísmo nos ciega para reconocer mil y un memoranda del cielo cuidándonos, defendiéndonos, ayudándonos, sosteniéndonos, y podría poner una enorme lista de verbos conjugados en gerundio porque, realmente, en el cielo Dios sigue sentado en su trono, fiel, bondadoso, majestuoso, omnipotente y lleno de amor por ti, cuando tú te sientas en el banco de los acusados, dialogando con la serpiente astuta sobre los pocos y quizá válidos motivos para sentirte tan miserable.
Cuanto más te detengas a hacer una lista de lo que pudo haber sido y no fue, lo que hubieras hecho o dicho y no hiciste, más profundo caerás en la trampa de la ingratitud autosaboteándote tú solito.
Por favor, ponte el sombrerito de explorador; agarra la lupa del descubridor de hallazgos para Premio Nobel en Familiología, Antropología Social o Autodescubrimiento de Riquezas Morales y observa, analiza, celebra, agradece cuántas maravillas en tu favor el cielo ha promovido, manifestado, como en una conspiración en pro de tu felicidad.
Tienes un club de fans en el tercer cielo. Ya basta de cantarte en la soledad de tus más recónditos pensamientos aquella vieja canción de la muñeca fea: “escondida por los rincones, temerosa de que alguien la vea, platicaba con los ratones la pobre muñeca fea; con un bracito roto, su carita llena de hollín, sintiéndose sola y abandonada, la animaban a disfrutar lo que tenía alrededor: Te quieren la escoba y el recogedor, la araña y el sacudidor, el viejo baúl y el dulce cantor”.
¿Qué voz estas abrazando en tu lecho?, ¿autocompasión, auto lástima?
¿Qué te parece un reto? Escribe 5 cosas que te gustaría que hagan por ti y para ti y ve a buscar a 3 personas en una situación semejante a la tuya y ve a sembrar; realiza con esas 3 personas las cosas que escribiste que te harían sentir mejor, llámales sólo para saludar y decirles: “aquí estoy para ti, me importas”; invítalos a una caminata en el parque, escúchalas, abrázalas, dales de tu valioso tiempo una vez a la semana mínimo, y verás de qué manera llegas a sobreabundar en motivos para decirle a la vida GRACIAS.
Haz un recuento de las bondades que has recibido del cielo a lo largo de tu vida y publica una diaria por 30 días en tu muro o perfil de WhatsApp. Estoy segura de que, si publicas cada día una buena anécdota, real, auténtica de las cosas que has vivido y disfrutado como “el bien del Señor”, “las bondades de la vida”, o quizá las haz llamado “golpes de suerte”, eso es lo de menos, pero así como cuando destapas una caja de pañuelos desechables y sacas el primero, vienen uno tras otro sin parar porque están entre lazados para ello. Así exactamente comenzarán a fluir tus recuerdos y vendrán a la memoria más y más y más. Es muy común que las hallamos olvidado porque, cuando nos sentimos de la patada, en la lona, abrumados, enojados, deprimidos o en crisis, nuestros niveles de estrés comienzan a hacer estragos en las áreas del cerebro donde almacenamos recuerdos felices, nublando la vista emocional, y no nos damos cuenta cómo vamos normalizado nuestra vida en una escala de grises degradándose, porque uno se acostumbra muy fácilmente a lo bueno y luego exige como si fuera obligación del creador darnos más y más y, en nuestra torpeza humana, llegamos a decir barbaridades como “ya no sé qué creer”, “ya no nos nace cantar ni adorar, mucho menos servir o hablar de nuestra fe”. ¿Te fijas que soberbia la nuestra?
Decide celebrar las bondades de Dios y sus muchas maravillas para contigo; haz tu lista y, si no puedes recordar, pregúntale a tus familiares, amigos y compañeros de vida en cada etapa. Te sorprenderá cómo el cerebro distorsiona la verdad, reconstruyendo las historias desde la victimización para hundirte en desánimo, y caemos redonditos al dejar de tener los ojos puestos en un mañana con ilusiones, porque te distrajiste de muchas cosas buenas que celebrar. Así que prepárate unos marcos, imprime fotos de esos días geniales y alimenta tus memorias felices. Enséñale a tu mente a quién le pertenece tu vida, tus sueños y tus recursos. Eres un propósito glorioso de Dios en la tierra.